Sobre La hija de la cabra de Mercedes Araujo

Editorial Bajo La Luna 2012: 192 páginas

“Sabe que tiene que irse, no puede quedar atrapado en ese deseo salvaje que la hembra le ha despertado (…) Irse. Mi caballo. (…) Desolación y hambre, eso hay, Saber que tiene que huir a tiempo.” (25)

“– Sin no hacés nada de lo que te toca por ser, si no cazás, vas a conseguir que te deshonren, con un blanco que escapa. (…) Si te metí a sufrir es porque con esto se conserva el mundo. Yo soy el padre, Juana. Y vos, contrera, cabra. Cunampas calla.” (32)

“… Soy como una laguna empantanda que tiene donde corre y vos, blanquito, un reptir que se retuerce solo.” 46

 

En “La hija de la cabra”, Mercedes Araujo construye un microcosmos: el de las lagunas de Gaunacache. Se trata de armar un territorio con fuertes rasgos de recinto cerrado, aislado y habitado por una comunidad huarpe. Que este espacio se presente de esta manera permite construir todo un ecosistema y una cosmogonía en relación a los roles de cada uno de los integrantes de dicha comunidad a partir de fuertes mandatos basados en la herencia sanguínea y los ritos de sucesión e iniciación. Es justamente este ecosistema greo-cultural pensado como “desierto” el que promueve la tragedia que como tal necesita de personajes que frente a lo cerrado, a la ley, a las relaciones de poder, promuevan una ruptura de dicho orden, una fisura por la cual poder huir, fugarse. Uno de estos personajes es Juana, la hija de la Cabra como la llamaban a su madre y de Cunampas quien está al mando de esta comunidad alrededor de las lagunas. Entre los mandatos que ella debe cumplir están tanto el rol de “cazadora”,  es decir, dar el sustento alimenticio a los suyos en un espacio marcado por la carencia de agua y de alimentos como también ser parte de la transferencia del mando al casarse con Marcos, el futuro sucesor de su padre. El otro personaje es un fugitivo, un “blanco”, un “nevado” quien firmemente inscripto es un espacio otro relacionado con el trabajo comete un delito: mata al amante de su mujer y huye. Se trata de un fugitivo casi arquetípico: continuamente debe mantenerse en el camino y traicionar para sobrevivir. Sin embargo, este espacio de las lagunas y el personaje de Juana se convertirán en una especie de “gualicho” para el “blanco” que lo hará continuamente regresar y para ambos que se desearán y unirán. Es esta esta unión que transgrede-traiciona los mandatos paternos-comunitarios lo que provocará la tragedia.  

Por encima o como amenaza a este territorio se alterna otra línea narrativa, en principio a partir de las cartas que escribe el ingeniero Martinelli quien ha sido contratado por el gobernador para cartografiar la zona y realizar las obras del Río Salado que de concretarse producirán la destrucción y el desplazamiento de los laguneros. En esta línea también los personajes quedarán a la espera de órdenes, en un tiempo “otro”, así como a su vez se pondrán en duda las jerarquías del poder. Atrapados en un espacio que pasa de la curiosidad, la fascinación propia de un hijo de la urbe a ser también una especie de cautivo del poder y del territorio.

“La hija de la cabra” tiene en apariencia una anécdota simple, pero el mayor trabajo para construir este territorio y esta cosmología de los laguneros está en el lenguaje: un ritmo y una condensación de sentidos que se acumulan y repiten, que insisten, que atraviesan todo el texto y que son propios de la poesía: como el lenguaje de los sueños, la magia y la videncia. Algunas de estas insistencias giran alrededor de posibilidad o no de irse, de salir, de huir, pero sobre todo de entrar en este espacio caracterizado casi como mítico: un infierno para algunos y una comunidad para otros. A su vez, este territorio “abierto” se recarga a través de este trabajo sobre el lenguaje de un efecto de asfixia no solo para los mismos personajes, sino para el lector mismo que experimentará un tiempo otro, comunitario: mítico.

Quien lea esta gran novela de Mercedes Araujo, se encontrará – como pensaba Sarlo en relación a Héctor Tizón entre otros- con un “un regionalismo no regionalista, un regionalismo sin pintoresquismo, sin folklorismo, escrito en una lengua que no es el castellano del Río de la Plata.”  Como en las tragedias hay un ámbito de destino, pero fuertemente arraigado en un territorio, relaciones de poder, una insistencia en pensar los disensos y los deseos como “traiciones” y también claudicaciones y castigos. Pero también es una novela sobre cautivos/as: cada personaje traspase o no esas fronteras imaginadas e impuestas que son las de la “civilización” y la “barbarie” es cautivo no solo de un territorio, sino de las relaciones ancestrales, comunitarias y de poder que pesan, agobian y los encierra en un círculo que tan solo parece romperse con la muerte.

Mercedes Araujo nació en Mendoza en 1972. Publicó la novela La hija de la cabra (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes) y Botánica sentimental (Lumen 2022), así como los libros de poemas Así es el fuego, La isla y Viajar sola. Es profesora de Escritura Creativa en la Universidad Nacional de las Artes y de Política y Derecho Ambiental en la Universidad Nacional de San Antonio de Areco.


Comentarios

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar