Sobre Desde los parques y otros cuentos de Daniel Moyano

Editorial Capital intelectual. Colección Los recobrados a cargo de Abelardo Castillo. 2010: 176 páginas

Desde los parques y otros cuentos, Daniel Moyano

El viejo me dijo varias veces que cuando él se fuera se prolongaría en mí, que seguiría viendo por mis ojos, tal como sucede cuando advierto el cambio de color en el agua. Por eso he resuelto quedarme aquí para esperar el fin. Algunas veces siento deseos de irme de este pueblo, pero advierto que, pese al deseo, el río no me ha dado todavía los medios para hacerlo.”

Siempre que despertaba de su breve siesta para volver a la fábrica de cemento tenía que decir qué pasa. Cuando se adormilaba, después de comer, posando su figura inclinada sobre una mesa punitoria, los niños se iban hacia la siesta de los baldíos próximos, donde existían las caídas y las mutilaciones. De noche, en cambio, cuando ellos dormían desparramados en la única cama, eran los propios territorios de los baldíos los que acudían por sí mismos a los cuerpos de los niños, en la súbita fiebre, en el paso acelerado de los más grandes procurando auxilio en la noche para buscar ayuda ante hechos que arrancaban un nuevo qué pasa a mi tío, de esos que nunca tuvieron respuesta o explicación. Porque nosotros nunca entendimos ni supimos nada por aquellos años: para qué estaba la fábrica, por qué había peleas al repartir la comida, por qué mi tía lloraba encerrada en su pieza.”

  El libro contiene una selección de 15 cuentos de distintos libros de Daniel Moyano (Artista de variedades, Una partida de tenis, La fábrica, La puerta, El monstruo, Los mil días, El rescate, La espera, La columna, El perro y el tiempo, Mi tío sonreía en Navidad, Para que no entre la muerte, El estuche de cocodrilo, Golondrinas y Desde los parques)

      En los cuentos de Moyano hay algo de la narrativa regionalista y del realismo de los 40 y 50 y sus problemáticas: inmigración y migración interna, la pobreza, la infancia, la relación campo ciudad, el núcleo familiar, el trabajo en las fábricas, etc. Gente del campo que busca una alternativa en ciudad (“La fábrica” o  “Artista de variedades”), casi como algo prodigioso; niños huérfanos que viven con sus tíos y tías en la pobreza (“Los mil días”, “La columna” o “El perro y el tiempo”), niños que esperan a un padre que asesinó a la madre y acaba de salir de cárcel (“La espera”); hombres que buscan lo maravilloso en la urbe mientras esta los va transformando en otros; personas que son expulsadas de las ciudades y viven de los desperdicios que “pescan” del río y así arman sus casas como en el maravilloso “Para que no entre la muerte”. Sin embargo, lo que hace Moyano en su escritura es un trabajo totalmente diferente creando atmósferas de gran carga onírica, alegóricas (Kafka presente) y por momentos cercanas a lo fantástico y cierto aire distópico como en “La fábrica”.

    En todos los cuentos hay algo inasible, una experiencia que no se agota ni para los protagonistas ni para los lectores y este sentido que insiste y martillea escurridizo más allá de concluido el libro y cada texto.

   Son personajes que viajan en búsqueda de una ilusión, que huyen de un lugar o esperan un acontecimiento. Se mueven y a la vez esperan, en el fondo de estas dos situaciones la imaginación, a veces utópica, con rasgos de lo que asombra y otras veces desesperante, repetitiva y con ensoñaciones monstruosas:

 “Se le confundían el sueño y la realidad como en una gran sábana de ceniza.”

“El sueño volvía, y mirando los huesos que florecían elevando las frazadas pensó, pensaba, que ahora tenia un hijo, la otra forma de los hijos que significa destrucción, y qur ahora sus huesos vacíos habían alumbrado otra vez, tan débilmente que en vez de un hijo había engendrado el rostro desconocido de la muerte.”

    También otro movimiento, interno es el desgaste, la pérdida gradual de la capacidad de asombro, de optimismo en una especie de transfiguración. Esto en general, está asociado a la vida en la ciudad:

“Una vez tuvo la sensación de que en la ciudad fabulosa la gente vivía arrastrando cierto cansancio, indiferente a todo acto de maravilla, a todo intento de salvación. Porque únicamente lo maravilloso salvaba del reisgo de afrontar el destino de las ciudades” (Artista de variedades)

    Entre la memoria y el olvido, entre la permanencia y lo que cambia. Lo que está en movimiento, quietud y espera también son las identidades. El que espera muchas veces, con el tiempo, se transforma en otro como el niño de “La columna” o encuentra a alguien para sustituir al ser querido que se ha perdido como la madre de “El rescate”.

Aún en los cuentos en que todo parece en reposo, en los que los personajes espera y esperan mientras hurgan en sus propias mentes, en sus propios recuerdos estos se están transformando, se están olvidando y cambiando su propia realidad. Es así como el tiempo horalla todo, pero también ilumina un resto que se aprehende. La espera funciona muchas veces como contracara como una homología del intento repetitivo y casi infructuoso de sacar algo productivo de la tierra reseca y estéril.

Espera, movimiento y en tercer lugar la figura del monstruo abierta a la polisemia: lo asombroso, lo que da vergüenza y se esconde, lo familiar, el origen social, la pobreza.

También el que huye del origen a veces se encuentra con lo más temido, con la familia, con la pobreza que como un espejo le devuelve su propio origen, lo abraza en esa mishiadura de la que buscó escapar como en “Una partida de tenis”.

    Hay cuentos que te socavan lentamente, te van desgastando anímicamente: esos padres endurecidos, con sus mandíbulas trabadas, con su parquedad lingüística, y aún en eso gritos que tiene algo de impotencia masculina, pero también esas madres que lloran, que se ocultan para llorar y que permanecen como ocultas narrativamente, y sus hijas e hijos, – sobre todo los que han quedado huérfanos a cargo de tíos- a los que parece que el tiempo no les depara nada más que la espera, que el juego de sustituciones que nos lleva toda una vida. Son cuentos de un dolor y congoja bellísimos. Valga la paradoja.

Entrevista en el exilio


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