Sobre Otras voces, Otros ámbitos de Truman Capote

Sudamericana  1976 260 páginas Traducción de Floreal Mazía

Otras voces, otros ámbitos, (1948) Truman Capote

  “Era un terrible hotel, de extraño aspecto. Pero Pequeño Luz de Sol se quedó en él. Era su hogar, decía. Porque si se iba, como lo hizo una vez, otras voces, otros ámbitos, voces perdidas y nubladas, arañaban sus sueños.”

   “Supongo que seguiremos juntos [Randoloh, Amy y Ed] hasta que se hunda la casa, hasta que el jardín crezca y las malezas nos sumerjan en su profundidad.”

  “Pero, mi querido, tan pocas se completan… ¿qué son la mayoría de las vidas, sino una serie de episodios incompletos? Trabajamos en la oscuridad, hacemos lo que podemos, damos lo que tenemos. Nuestra duda es nuestra pasión y nuestra pasión es nuestra tarea… [El resto es la locura del arte, Henry James] El hecho de querer conocer el final es lo que nos hace creer en Dios, o en la brujería; lo que nos hace creer, al menos, en algo.”

  “—Se escapan, ¿eh? –dijo ella ….- Bueno, le dije (y te lo digo a ti también): el mundo es un lugar aterrador.

 

    “Otras voces, otros ámbitos” es una novela bellísima. Tal vez, porque me pareció un relato tensionado, con un carácter irresuelto, que parece recorrer un camino oscilante mientras avanza: estéticamente entre cierto regionalismo sureño y lo cosmopolita, entre el realismo y lo fantástico y en cuanto al espacio entre lo asfixiante y cautivante. También en el relato se abren hilos, situaciones, personajes mencionados, hechos que quedan sin desarrollo, sueltos. Uno podría pensar en una falta de pericia narrativa, en una oportunidad narrativa que no se aprovecha, pero en realidad esto creo que le da a la novela mayor poder de sugerir a partir de la elipsis, de lo trunco, de la imaginación propia de un niño –y además de ciudad en la que el cine tiene su impronta, pero también los cuentos de hadas y los de misterio-, de una serie de leyendas, de figuras espectrales reales o no y de una escritura por momento muy poética todo un mundo que el protagonista, Joel, debe conocer y, tal vez, adaptarse.

     Joel es un niño de 13 años quien luego de perder a su madre y quedar al cuidado de una tía recibe una carta de su padre al que nunca conoció. Este se excusa por su ausencia, pide que Joel viaje a donde vive, El desembarcadero de Skully en Ciudad Mediodía. Joel es un personaje que deberá emprender solo este tortuoso viaje desde la ciudad Nueva Orleans hasta llegar a un lugar desolado que se describe al comienzo de la novela y, a su vez, donde vive su padre: una antigua mansión en decadencia, en parte en ruinas por un incendio. Y luego al ser recibido por Amy, la esposa del padre, no logra contactarlo inmediatamente y comienza a dudar de todo lo que le rodea. También viven en esta mansión uno de los grandes personajes de la novela, el primo de Amy, Randolph pintor -bohemio que ha conocido el mundo europeo y tiene una gran historia de amor y de culpa para contar y revelarle parte del pasado-, así como una sirvienta “negra”, Zoo/Missouri, y su padre, Jesús Fiebre. También conocerá a dos niñas mellizas, Florabel e Idabel – rebelde, “marimacho” según otros, independiente-, otro de los grandes personajes, así como a Pequeño Luz de Luna, que tiene algo de hechicero.

    Una mansión en ruinas, que parece real o metafóricamente ir hundiéndose, unos habitantes con un pasado que tarda en revelarse y cuando esto sucede aún queda mucho sin saber, figuras fantasmales producto de la imaginación o no, leyendas que giran alrededor un lago y de un hotel también en ruinas y personajes que intentan salir de ese espacio que los asfixia, que los mantiene atrapados sea por su propia falta de voluntad, la culpa, por las deudas emocionales y que aparece en varias ocasiones descripto como una gran campana de cristal:

    “Era como si el Desembarcadero hubiese sido capturado bajo una campana de cristal. Adentro, esperándole para reclamarle para sí…”

    “La enredadera del jardín del Desembarcadero se había extendido a través de todos los kilómetros para rodearle las muñecas…”

   “Otras voces, otros ámbitos” es una narración que traza cierto aprendizaje, cierto cruce: el de la infancia a la adolescencia; el descubrimiento del amor y de la sexualidad en su diversidad, de la propia identidad y que trabaja con una gran cuota de realismo atravesado por la imaginación, lo onírico, las leyendas, los cuentos de hadas (madrastra incluida) y relatos de héroes como en ese especie viaje iniciático de Joel e Idabel, con espada y todo, tratando de atravesar un especie de puente (el umbral) y acechado por una serpiente: un viaje donde los roles se invierten, pero también habrá otros periplos y aprendizajes.


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